El contexto internacional era complejo: España se había liberado de los franceses y el rey Fernando VII había vuelto al trono y se predisponía a recuperar los territorios americanos que estaban en manos de los revolucionarios. El ejército realista había comenzado a avanzar por toda la región derrotando a una parte de los movimientos independentistas americanos.
Ante esa situación, las Provincias Unidas se juntaron para decidir qué hacer frente al peligro realista. El Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas en Sudamérica se reunió en San Miguel de Tucumán para limar asperezas entre Buenos Aires y las provincias, pues sus relaciones estaban deterioradas.
Cada provincia eligió un diputado cada 15.000 habitantes. Las sesiones del Congreso se iniciaron el 24 de marzo de 1816 con la presencia de 33 diputados de los 34 elegidos.
Finalmente, y después de arduas discusiones, el 9 de julio de 1816 los representantes firmaron la declaración de Independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica y la afirmación de la voluntad de “investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli” y “de toda otra dominación extranjera”. De este modo, después del proceso político iniciado con la Revolución de Mayo de 1810, se asumió por primera vez una manifiesta voluntad de emancipación.
El Acta de Independencia declaraba:
“[…] solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los vínculos que las ligaban a los Reyes de España, recuperar los derechos de que fueran despojadas e investirse del alto carácter de nación independiente del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”.
La independencia no es únicamente una declaración hecha en un momento histórico determinado, es algo que se construye día a día, es un proyecto de país.
Para un pueblo, independencia es sinónimo de soberanía, esto es el derecho y el deber de ejercer la autoridad en un territorio libre de dominaciones externas,asumiendo la responsabilidad de cuidar los recursos que en este país se encuentran, de la mejor manera posible, por el bien de todos y pensando en los que vendrán.Para un pueblo la independencia es libertad para disfrutar de los derechos que tenemos pactados en nuestra constitución, pero también para cumplir con las obligaciones que el ser ciudadanos nos impone con absoluta responsabilidad.
El 9 de julio de 1816 quisimos ser un nuevo país y no volver a ser dominado por ningún otro, algo fundamental para ser independientes. Nuestro presente es producto de esta historia. La Independencia se la declaró una vez, pero esa declaración hay que defenderla cotidianamente en cada acto como argentino o argentina. Porque la libertad es una conquista cotidiana, no un regalo. Porque es nuestra obligación resguardar esa libertad conquistada hace ya doscientos años, de todos aquellos que pretenden subastarla en el presente condenando a las generaciones futuras.
San Martín, uno de los gestores de aquella independencia lo dijo, y hoy más que nunca estas palabras deben resonar en nuestros oídos: "Seamos Libres, que lo demás no importa".