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Mes del libro, del escritor y de la escritora
Con motivo de celebrar el 13 de junio el "Dia del escritor y de la escritora", en honor al nacimiento de Leopoldo Lugones (1874-1938) y el 15 de junio el "Día del Libro" en Argentina, fecha en que el Consejo Nacional de Mujeres entregó ese día los premios de su concurso literario e instaló la fecha como festejo anual (en un comienzo, denominada "Fiesta del libro"), te invitamos a conocer a algunos de los escritores y escritoras que forman parte de la comunidad del INCASUP.
A continuación encontrarás sus textos y publicaciones:
PENÉLOPE S XXI
Todos los días él se deshacía y ella, con paciencia, lo volvía a tejer.
Al terminar, lo observaba demorada y tiernamente, en lo que se había vuelto ya un ritual.
Un día ella se cansó y lo tejió diferente.
Al terminarlo, lo que veía no le convenció.
Entonces, lo destejió hasta el último punto, se deshizo del hilo y las agujas, se vistió con su ropa más sensual, calzó los stilettos rojos, soltó sus largos cabellos cobrizos rizados y salió a ver qué le deparaba la noche y recuperar los años que había perdido rehaciendo pacientemente a otro.
Cuento inédito, escrito en 2020. Pertenece al género microficción o literatura breve. En el mismo se revisita la historia de la esposa de Odiseo en el poema homérico, símbolo de la espera paciente y la fidelidad marital al que se agrega un giro relacionado con las luchas por el empoderamiento de la mujer y la deconstrucción de los mandatos intensificadas en el transcurso de este siglo.
Fabiana Takahashi es Doctora en Letras por la UNC, Licenciada en Letras por la UCC, Profesora de Castellano, Literatura y Latín y Profesora para la Enseñanza Primaria. Actualmente se desempeña como docente en la Universidad Católica de Córdoba, la Universidad Nacional de La Rioja y el Instituto Católico Superior. Es Directora Ejecutiva del equipo de investigación que lleva a cabo el proyecto "Cuerpos, marginalidades y memoria histórica: aproximaciones a las construcciones discursivas de las dictaduras en la literatura latinoamericana contemporánea", que nuclea docentes, egresados, estudiantes y tesistas de grado y posgrado de la UNLaR, la UCC y el CEA.
El primer ateo
El hecho ocurrió en el patio de recreos de la escuela Roque Sáenz Peña. Se había formado una ronda de guardapolvos blancos, con los mismos de siempre, encabezada por el Turco Mussi que les revelaba un secreto a sus compañeros.
–Los reyes magos no existen –decía con voz firme, mientras los demás escuchaban profundamente admirados–.
Son los padres... ¿No lo sabían? Papá Noel, tampoco... Son todos inventos. Mi mamá me lo dijo... Y no pienso hacer la comunión porque Dios tampoco existe... y Jesús, menos.
Luego de tales apostasías, un ángel de la tercera esfera que se había filtrado en la ronda, tomando el cuerpo de uno de los alumnos de primero inferior, resolvió castigar al pequeño con la incómoda enfermedad de los piojos.
Este relato forma parte del libro
Cenizas del tiempo, Editorial Comunicarte, 1999.
Emilio Moyano (Córdoba, 1972) es profesor, licenciado en Letras y magíster en Culturas y Literaturas Comparadas. Es coordinador del Profesorado de Lengua y Literatura en el Incasup y formador docente en distintos espacios y trayectos profesionales. También brinda cursos de escritura creativa y ficción en la Universidad Católica de Córdoba. Ha publicado el libro de relatos "Cenizas del tiempo" (Editorial Comunicarte, 1999) y las novelas "El libro blanco" (Ciprés ediciones, 2011) y "El hijo de la araña" (Raíz de dos, 2016).
I
Pese al aire acondicionado, el ruido, fuerte, con ecos, se hace palpable detrás de la persiana. Un ruido que lo despierta y lo vuelve al otro lado de la cama, en la siesta húmeda y calurosa del verano. Aun así, con otro trueno que desgarra el cielo, la luz del celular que percibe debajo de las sábanas lo mantiene sereno. Ella está como siempre, con las piernas dobladas, la espalda contra el respaldo, las dos manos en el celular, transformada en un fantasma luminoso. El olor a lluvia ingresa a la habitación, los truenos caen y absorben el fatigoso parpadeo metálico del viejo aparato de aire.
Vuelve a darse vuelta y siente el movimiento; ella seguramente levantará la persiana para corroborar la dimensión del aguacero y el cambio en el termómetro climático, pero pasados unos segundos, la pieza sigue a oscuras, con apenas unas rendijas de luz gris que llegan hasta la cama. Puede volver a insistir con su sueño, pero lo que ella no dejará pasar, una vez que salió de la pieza, es retornar para informarle la magnitud de la lluvia, el cambio repentino del clima en el poco tiempo que estuvieron dormidos, en una siesta tan tórrida como interminable. Se queda esperándola, mirando la puerta entreabierta.
Pero ella no entra. El aire acondicionado y la lluvia tapan el ruido de la cadena en el baño, contiguo a la habitación. Por eso será que demora un poco más para volver a la habitación, a despertarlo del todo.
Va a hacerlo él. Baja de la cama, las sábanas hechas un rollo de su lado, y levanta de un tirón la persiana con el barniz descascarado. No le importa la lluvia que surca el cielo, los truenos que aplastan las nubes. Por eso apaga el aire y abre la ventana al mismo tiempo. Porque sobre el cielo hay otra cosa. No es redonda como las muestran en las películas. La nave es cuadrada, de un espesor que no logra distinguir del todo aunque saque un poco la cabeza afuera. Parece estar completamente detenida sobre la vastedad del cielo, al menos la que alcanza la mirada de Santiago. Puede ver que la base tiene líneas que se entrecruzan, como formada por partes encastradas; hasta le parece que hay golpes, zonas abolladas.
Debe ser efecto de la lluvia que cae de costado. Ahí está, ahí están ellos. La nave parece un cartílago inmemorial depositado arriba de la ciudad como un desecho alienígena. Santiago cree que es tan perfectamente cuadrada, que logra calcular las puntas aunque no las vea. Lo que no encuentra en la base es un lugar con la ranura de alguna puerta. Se mezclan sus recuerdos e invenciones difusas sobre temas espaciales (supo regalar dos o tres Elige tu propia aventura que trataban de invasiones cósmicas, de amos de galaxias, etc.) con lo que está mirando, solo, apostado en la ventana. Tal vez es un sueño.
II
No se cachetea. Más fácil es llamar a Verónica. Últimamente está distraída, y si está lavando los platos, no se debe haber percatado de esto que rompe absolutamente cualquier rutina. No responde al llamado para que vuelva a la pieza. Va al comedor para traerla del brazo, para decirle “vení”; Santiago recuerda que nunca hubo manera de que ella accediera a sus pedidos sin la asistencia de alguna palabra, por insignificante que fuera. Tal vez era éste el momento para probar de nuevo. La nave estaba quieta; parecía estar como para no irse nunca más.
Su intención se desvaneció. Verónica no estaba en el comedor, en la cocina, en el balcón, en el baño. Habría bajado. Bajado para buscar algo para tomar, aunque el paraguas estaba colgado del perchero. Seguramente le habría ganado la sed. Volvió a la habitación, en la que entraba un poco de agua, y se acodó otra vez en la ventana para mirar la base de la nave. El color era el gris de la piel de los dinosaurios; ese gris que está mezclado con barro, con una suciedad que se transmuta y adquiere la tonalidad de la piel gruesa y dura. Un bloque vaya a saber de qué material, suspendido sobre la ciudad, en la siesta donde nada de nada podría haber pasado antes de la siesta.
Se fijó si el celular habría quedado en la cama, ya que Verónica salía a comprar siempre sin el teléfono. Y ahí estaba. No podría llamarla. Verónica tendría que haberle dicho que salía, más con esa tormenta, con ese mastodonte aéreo volviendo irreal la propia realidad del verano y todas las estaciones futuras.
Desde la ventana capta que hay mucha más gente en la calle, pese a que la lluvia no disminuye. Ve algunas cabezas en los balcones de abajo, a los costados, porque hacia arriba se le hace difícil mirar. Distingue a Virginia, la del 4º C, que no se ha sacado las hebillas en ese pelo que tiene siempre sucio. Se miran y miran la nave. Santiago pasa a un sitio racional su fantasía: puede ser un experimento, o una prueba de las potencias bélicas (que quieren saber las reacciones de los ciudadanos) o alguna gran empresa comercial que quiere hacer una propaganda fuera de serie de sus productos. Santiago espera que ese cuadrado quieto y crudo de realidad se empiece a llenar con colores, con alguna marca de un producto, de detergente, de casa de comidas, de tecnología china. Una base espacial que controle las señales de todos los celulares y las conversaciones de un continente. Pero eso se le ocurre más fantasioso que la propia idea de la nave espacial descartada como escoria celeste.
Entra al baño y se seca la cabeza. Vuelve al balcón; la lluvia ha disminuido un poco, y puede ver mejor a los vecinos. Virginia ha seguido apoyada en la baranda mirando la nave. En un momento se mete adentro y Santiago no vuelve a verla salir. A los minutos tocan timbre. Deja la ventana abierta para que siga entrando un poco de aire. Detrás de la puerta aparece Virginia en silencio, que entra al departamento y se larga a llorar, como si esperase ese momento para hacerlo con alguien desconocido. “Gonzalo se fue” le dice a Santiago, a quien no le hace falta preguntarle cuándo. Y agrega: “No dijo nada…no sé qué es eso en el cielo”, lo que confirma la idea en Santiago de que Vero ya tendría que haber vuelto, subido, entrado y hasta tomado su yogur con cereales.
Virginia se limpia los ojos, pide disculpas, y Santiago le dice que tampoco ha vuelto Verónica, que va a bajar con ella para saber adónde se ha ido. En el ascensor, con dos o tres palabras de cada uno, coinciden en que la cosa que está en el cielo tiene algo raro, como algo antiguo que quiere imponerse al presente. O dicen palabras que tienen ese estilo y ese tono. Santiago ahora entiende bien cómo es algo caótico, y nota que no es como en las películas de ciencia ficción: acá la gente está sin paraguas, mirando hacia arriba desde la mejor posición que encuentra, a la base de la nave, caminando o corriendo, ninguno gritando, buscando a quien está perdido o perdida.
Los truenos cesan del todo, esos que al principio parecían como salidos de la propia nave. Virginia mira hacia donde puede, corre, se precipita a las esquinas. Cuando vuelve a Santiago, le dice que Gonzalo se dejó el celular en el departamento y que bajó sin decir absolutamente nada. Santiago se acuerda que jugó nada más que dos o tres veces al fútbol con él, por invitaciones casuales, y que siempre le pareció bastante callado.
La gente llora en silencio, corriendo, sobre todo quienes, al parecer, en ese lugar, han perdido a los niños. Santiago baja la mirada y recuerda la luz del celular debajo de las sábanas, el aparato en las manos de Verónica. Esa manera de estar a su lado, para no molestarlo, haciendo las concesiones que él le pidiese. No quiere pensar lo peor, tampoco quiere llorar.
III
Deja a Virginia un momento. Primero camina y luego se saca las ojotas para correr mejor, cuando pisa charcos que ha dejado el agua en las baldosas rotas. Cruza la avenida hasta lo que le parece un sector de la nave que concentra finísimas redes, que recubren algo en su base. No puede calcular a qué distancia se encuentra suspendida sobre ellos, pero el caos no frena, la gente sale y deja abiertos los autos, para buscar.
Descubre que nadie anda con celulares; cree que desde ahí los han llamado, de ahí han mandado los mensajes o hipnotizado a Vero, a los que se han ido. Sigue corriendo para alcanzar una punta del cuadrado grisáceo, mirando, buscándola, tratando de ver con otras personas por dónde los habrían subido, capturado. Como él, hay varios que sin decirlo esperan algún movimiento, alguna turbina o un silencioso correr de las nubes que se estrujaron sobre la ciudad. El agua ha parado y la humedad se mezcla con la desesperación.
Llega a la feria de frutas y verduras que está desarmándose tan lentamente que le parece que los propios puesteros fueran los extraterrestres. Hay gente (los verdaderos escépticos, o demasiado creyentes) que está comprando fruta en esa situación. Santiago la recorre por dentro y por fuera, se dice que jamás les volverá a comprar, que prefieren vender aunque pase gente llorando, preguntándoles si han visto a sus familiares. Las bolivianas siempre le parecieron medio alienígenas; ahora lo confirma.
Cuando ve cómo pone las manzanas dentro de una bolsa, se da cuenta que es ella. Está con las ojotas altas y el vestido blanco con pintas negras y rojas que se había sacado antes de la siesta. Tiene otra bolsa con verdura en el suelo. Llega hasta ella, y sin decirle nada, aturdido por las palabras de la vendedora -que debe esperar a que la clienta pague-, le saca la bolsa de la mano y la apoya en el asfalto. Una manzana se escapa y es aplastada por alguien que pasa corriendo; el olor de la fruta sube hasta ellos. Santiago mira a Verónica, pero no se olvida de la nave. La ve bien, normal. La abraza; apoya su cara en el hombro. Espera sentir algo raro en su espalda, debajo del vestido, un agujero, algún tentáculo viscoso moviéndose, la voz rara cuando diga algo, los ojos enseguida rojos o plateados, un hueso menos, escapado al cielo. Pero nada. La vuelve a mirar, soltándola, y logra darse cuenta.
Simplemente lo siente. Santiago entiende el mensaje; era para él. Es una sensación tan fugaz como entera. Tan grande como lejana. Reconoce que ya no. Que él ya no siente lo mismo. Toma las bolsas con fruta y verdura, y vuelve con ella.
Al salir de la feria ve a Gonzalo sentado en un cordón, mirando hacia la nave; por eso dejará a Verónica unos pasos atrás para ubicar a Virginia y avisarle que vaya a buscarlo, que se tranquilice, que Gonzalo también está, aunque desea que el reencuentro de ellos se demore tanto como esa innegable verdad del corazón, sentida por él en una siesta gris de verano.
Este cuento forma parte del libro
Hueso al cielo, Alción, 2018.
Nicolás Jozami (La Pampa, 1979). Escritor, docente, investigador. Ha publicado los títulos de cuentos: Galería de auxilios (no editorial, 2019); Hueso al cielo (Alción, 2018); La joroba del Edén (Cartografías, 2018); El brillo gemelo (Borde perdido, 2016) y La quimera (Ciprés, 2009). Poemas, cuentos y ensayos suyos han sido publicados en diversas antologías y revistas, en formato papel y en la web. Colabora con reseñas y notas para los diarios Hoy Día Córdoba (Córdoba), La Arena, (La Pampa), El Liberal, (Santiago del Estero), Diario Sierras (Córdoba) y en revistas digitales, como BIFE (La Pampa), Barbaria (Córdoba), El Ganso Negro (La Rioja), Viejo Mar (La Pampa), La Papa (Tucumán). Entre otras, ha obtenido las siguientes distinciones: Mención especial del jurado en el “Primer concurso de Narrativas de la editorial de la UNC” (Córdoba, 2020), “Primer premio en el concurso literario ACIC” (Córdoba, 2016), primer premio en “Certamen de microrrelatos Siete Sellos” (La Pampa, 2017), finalista en el “Primer Premio «Diderot» categoría ensayo de Ápeiron Ediciones” (2017, España), primera mención en el “IX Concurso de cuentos Manuel Mujica Láinez” (2015, Buenos Aires). Ha dictado y dicta talleres de escritura de invención.
Gonzalo Tomás Salesky Lascano nació en Córdoba en 1978. Ha publicado tres libros: "2011" (poemas y cuentos, en el año 2009), "Presagio de luz" (poemas, año 2010) y "Ataraxia" (cuentos y poemas, año 2011). Obtuvo distinciones en certámenes literarios de Argentina, España, Perú, México, Venezuela, Estados Unidos, Colombia y Australia.
"Día de los Jardines de Infantes y del Docente de Nivel Inicial"
El 28 de mayo, es el Día Nacional de los Jardines de Infantes y del Docente de Nivel Inicial, instituido por Ley 27.059, sancionada el 3 de diciembre de 2014.
En memoria de Rosario Vera Peñaloza.
Rosario Vera Peñaloza nació el 25 de diciembre de 1873 en un pueblo de La Rioja llamado Atiles. Era la menor de 4 hermanas. Sus padres fallecieron siendo ella muy
pequeña, por lo que quedó al cuidado de su tía materna, quien le enseñó las primeras letras.
- Estudió en San Juan, La Rioja y Paraná, en donde finalizó el profesorado en 1894 y obtuvo el título Superior de Enseñanza.
- En 1900, fundó el jardín de infantes anexo a la Escuela Normal de La Rioja.
Se interesó en una formación integral, que tuviese en cuenta los aspectos artístico, físico, manual y musical.
- Fue Inspectora de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial, jubilándose en 1926.
- Autora de más de veinticinco libros.
- El Consejo Nacional de Educación le encargó la formación del Primer Museo Argentino para la Escuela Primaria, hoy Complejo Museológico del Instituto Félix
Bernasconi, que funciona en Capital Federal.
Sin lugar a dudas, el avance de los jardines de infantes en la Argentina se debió al impulso dado por Rosario Vera Peñalosa junto al grupo de maestras que la acompañaban.
No sólo fue difusora de los principios de Froebel y Montessori, sino que se dedicó a estudiarlos, compararlos y adaptarlos a la realidad argentina.
Sus principales postulados fueron: la actividad creadora, lograr el conocimiento a través del juego y de la exploración, la agudización de los sentidos, la expresión oral a
través de la narración creativa de los niños y de la literatura infantil, el uso de las manos como herramientas creadoras.
“Creo en el Magisterio Argentino y en su obra; a ellos, los Maestros corresponde formar las generaciones capaces de mantener siempre encendida la
lámpara votiva que dejaron a nuestro cuidado los que nos dieron Patria para que jamás se apague en el alma Argentina y para que sea el faro que
ilumine los senderos”.
Textual de Rosario en el “Credo Patriótico”, al que el Instituto Nacional Sanmartiniano le confirió el Primer Premio, después de haberse formado.
El 28 de mayo de 1950 falleció, a los 77 años. En su homenaje, esa fecha fue declarada Día Nacional de los Jardines de Infantes
Sus obras:
- El hombre que rehusó el Olimpo
- Los hijos del sol
- Historia de la Tierra
- Un viaje accidentado
- Cuentos y poema
- Pensamientos breves sobre juegos educativos
- Enseñanza práctica de las fracciones
- Herencia sagrada
- La casa histórica de Tucumán
- La industria del tejido
- La tejeduría hogareña
- Mi credo patriótico
- El paso de los Andes por las seis rutas
- Estudio comparativo de los sistemas Montessori y Froebeliano
- Enseñanza práctica de la geometría en la escuela primaria. Metodología
- El Kindergarten en la Argentina
Los invitamos a leer sobre la Educación Inicial, sus pioneras e historia, en:
> BIOGRAFÍAS MAESTRAS / Ministerio de Educación.
> HISTORIA Y PEDAGOGÍA DE LA EDUCACIÓN INICIAL EN LA ARGENTINA / de Mónica Fernández Pais.
¡Disponibles en nuestra Biblioteca!
También, compartimos el siguiente link donde describe aspectos sobresalientes e interesantes de Rosario Vera Peñaloza.
https://cdn.educ.ar/repositorio/Download/file?file_id=4aa9f065-7a09-11e1-8065-ed15e3c494af