Tres dimensiones del rol docente

Autor: Eduardo Casas- Capellán del Instituto Católico Superior

La docencia cristiana es profesión y compromiso ético, apostolado y testimonio, servicio y ministerio, vocación de vida y de trabajo por el Reino. Todo docente creyente, en su rol, tiene una triple dimensión en su perfil:

1. La dimensión vocacional: la profesión docente es sobre todo una vocación. No sólo compromete su actuar (profesión) sino que involucra más ampliamente su vida toda (vocación). Si esto se observa desde la mera perspectiva humana, ¡cuánto más desde la dimensión del compromiso con la fe! La docencia, para un bautizado, es una vocación cristiana específica; se la considera un don, un carisma, un servicio, un apostolado y un ministerio propio. El sacerdocio común de los fieles, que tiene todo bautizado, se especifica en la docencia con una connotación particular: todo docente católico tiene un perfil pastoral. Desde la enseñanza de su ciencia o disciplina y su testimonio de vida, realiza su primer nivel del compromiso pastoral con su comunidad educativa.

2. La dimensión profesional: la formación inicial necesaria, la competencia que requiere el ejercicio del rol y la capacitación permanente, hacen que la docencia sea toda una profesión compleja. Su valoración ha variado con las épocas. Ha pasado de la sobrevaloración a la minusvaloración social. Es necesario lograr un equilibrio en la apreciación. En general, la valoración social refleja la perspectiva sociopolítica según la cual una comunidad hace de la educación uno de sus valores prioritarios.

3. La dimensión laboral: se fundamenta en el conjunto de derechos y deberes generados por los compromisos laborales que, como profesional docente, se asumen. Por su parte, la comunidad educativa –como ámbito laboral específico– igualmente se compromete con el docente. Existe una mutua corresponsabilidad, tanto del docente como de la comunidad, en el marco de la justicia y la caridad social en consonancia con los valores del Evangelio y la propuesta de la Doctrina Social de la Iglesia.

Este triple rol del docente creyente es preciso vivirlo unificada e integralmente. Ser Educador nunca ha sido fácil. Resulta muy arduo. Hay que ser tenaz e intrépido. No sirve desalentarse rápidamente. Es preciso ser constante y tolerante. Es preciso atender nuestra propia voz interior con todas sus preguntas: educador, ¿qué comunicas?; ¿de qué te alimentas?; ¿cuáles son tus esperanzas?; ¿cuáles tus desalientos?; ¿qué es lo que está pendiente?; ¿qué te gustaría enseñar a los demás?; ¿en dónde está tu empeño por aprender?; ¿cómo deseas que te recuerden?

Para terminar comparto este poema:

El educador es un artesano del corazón humano.
Cree en la esperanza a partir de pequeños logros.
Sueña con el milagro de Dios creciendo en el frágil barro.

La educación, muchas veces, no nos otorga felicidad,
aunque siempre nos enseña dónde podemos buscarla.

Nos posibilita hacer muchas cosas
y descubrir que lo principal
son siempre las personas y sus historias.

El educador es el custodio del crecimiento.

Es aquél que se dice a sí mismo cada mañana:
No tengo mucho, sin embargo, elijo seguir dándolo todo.

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